lunes, 25 de abril de 2016

Miguel Ángel Buonarroti (dos)


Veo en tu hermoso rostro, mi señor,
algo que mal se cuenta en esta vida:
el alma, de la carne aún vestida,
ha ascendido por él muchas veces a Dios.
Y si el vulgo malvado, culpable y necio,
lo que siente, en los otros lo mira,
no me es mi intenso afán menos placiente
que el amor, la fe y este honesto deseo.
A la fuente piadosa de la que todos surgen,
se asemeja toda beldad que aquí se ve
más que otra cosa, al entender agudo;
ni otro ejemplo tenemos ni otros frutos
del cielo en esta tierra; así, quien con fe os ama
a Dios asciende y morir le es dulce.


("La poesía de Miguel Ángel refleja todo el itinerario artístico-espiritual esbozado hasta aquí. Dejando a un lado lo que podríamos denominar piezas de circunstancia -algunas tan curiosas como los sonetos donde se retrata pintando el techo de la Sixtina, roto por lo arduo de la labor, o en el que ya viejo agradece unos regalos-, la obra lírica de Buonarroti se centra en la sublimación amoroso-platónica, con la figura básica de Tommaso Cavalieri; en la sublimación espiritualista dedicada a Vittoria Colonna; y, finalmente, en la obra claramente religiosa y reformista, en que el viejo artista se desprende del mundo -aceptando del todo el camino espiritual ya iniciado- e incluso del propio arte". Por Luis Antonio de Villena, en su edición de Sonetos Completos, Cátedra, 1987).

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