sábado, 25 de julio de 2015

La reglas del juego (veinte). JOHN BERGER


UNA VEZ EN UN POEMA

Los poemas no se parecen a los cuentos, ni tan siquiera cuando son narrativos. Todos los cuentos tratan de batallas, de un tipo o de otro, que terminan en victoria y derrota. Todo avanza hacia el final, cuando habremos de enterarnos del desenlace.
Indiferentes al desenlace, los poemas cruzan los campos de batalla, socorriendo al herido, escuchando los monólogos delirantes del triunfo y del espanto. Procuran un tipo de paz. No por la hipnosis o la confianza fácil, sino por el reconocimiento y la promesa de que lo que se ha experimentado no puede desaparecer como si nunca hubiera existido. Y, sin embardo, la promesa no es la de un monumento. (¿Quién quiere monumentos en el campo de batalla?). La promesa es que el lenguaje ha reconocido, ha dado cobijo, a la experiencia que lo necesitaba, que lo pedía a gritos.

(...)

El poeta sitúa el lenguaje fuera del alcance del tiempo; o, más exactamente, el poeta se aproxima al lenguaje como si fuera un lugar, un punto de encuentro, en donde el tiempo no tiene finalidad, en donde el propio tiempo queda adsorbido y dominado.
La poesía habla, con frecuencia, de su propia inmortalidad, y esta reivindicación es mucho más trascendente que la del genio de un poeta determinado perteneciente a una historia cultural determinada. No debe confundirse aquí la inmortalidad con la fama póstuma. La poesía puede hablar de inmortalidad porque se abandona al lenguaje en la creencia de que el lenguaje abraza toda experiencia, pasada, presente y futura.

(Traducción de Pilar Vázquez, en la antología de John Berger Páginas de la herida, Visor Libros, 1995)

lunes, 13 de julio de 2015

Wislawa Szymborska

Complejo y denso es el bordado de las circunstancias.
Tejido de hormigas en la hierba.
Hierba cosida a la tierra.
Diseño de olas en el que se enhebra un tallo.

Por alguna causa yo estoy aquí y miro.
Sobre mi cabeza una mariposa blanca aletea en el aire
con unas alas que son solamente suyas,
y una sombra sobrevuela mis manos,
no otra, no la de cualquiera, sino su propia sombra.

Ante una visión así, siempre me abandona la certeza
de que lo importante
es más importante que lo insignificante.

                                     (De Fin y principio, 1993)


Versión de Abel Murcia y Gerardo Beltrán. Saltaré sobre el fuego, Nórdica Libros, 2015

("No hay que aproximarse a la poesía como si fuera algo insignificante o sagrado, sino con una actitud intermedia: los versos deben volar a una altura suficiente para poder observar a los hombres al mismo nivel que al resto de seres vivos, pero próximos a ellos para no caer en abstracciones". Por eso, en la poesía de Szymborska todo es concreto, y en una misma página convergen el humor y la gravedad, la duda y la certeza, el pesimismo y el entusiasmo. En ella aparecen cebollas, dinosaurios, gatos, granos de arena, el Yeti o el número pi. Cualquier fragmento de realidad movilizaba la inspiración de una poeta que era capaz de admitir sin rubor: "No sé". Extracto de "Poeta póstuma pero viva", escrito por Marta Rebón para Babelia el 23 de septiembre de 2014)