lunes, 8 de marzo de 2021

Emily Dickinson


Hay algo que me gusta en la agonía,
y es que sé que es verdad;
los hombres no simulan convulsiones,
no imitan el dolor.

Unos ojos se vidrian, y es la muerte.
Imposible fingir
las gotas de sudor sobre la frente
que la inhábil angustia va ensartando.

*

Lo que es el agua lo enseña la sed.
Lo que es la tierra el mar que hay que cruzar.
El júbilo lo enseña la amargura,
la paz lo que se cuenta de batallas,
el amor el martillo de la tierra.
Solo la nieve dice qué es un pájaro.

*

Cada instante de dicha
se paga con dolor
en proporción intensa y temblorosa
con la felicidad.

Cada tiempo que se ama tiene un precio:
agrias raciones de años,
moneditas por las que hay que luchar
y tesoros de lágrimas.

*

Yo no soy nadie, ¿y tú?
¿No eres nadie tampoco?
Entonces somos dos, guarda el secreto.
Ya sabes que podrían desterrarnos.

¡Es un horror ser alguien!
Pregonarlo lo mismo que una rana
que proclama su nombre todo el día
a la admirada charca.

(Morí por la belleza, Emily Dickinson. Trad. de Carlos Pujol. Poesía portatil, Random House)


[Durante su existencia, Emily Dickinson sólo publicó unos cuantos poemas (7), y no fue sino hasta 1890 —cuatro años después de su muerte acaecida en 1886— que se publicó su primer libro, con una breve selección de los casi dos mil poemas que dejó escritos. Poco después se publicaron otros dos volúmenes de poesía, junto con dos recolecciones de su correspondencia. En 1914 se publicaron más poemas, y en 1950, año en que la Universidad de Harvard compró todos sus manuscritos y derechos de publicación, se inició la edición meticulosa de su obra completa.]

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué te parece?