viernes, 4 de abril de 2014

NO DEJARÉ NADA A MIS ENEMIGOS

Qué tristeza de suelos tan yermos,
no poder sembrarlos de mentiras de futuro,
limar de alguna forma las aristas de mi tumba.

Qué baldíos los sueños inmersos en recuerdos
de inquietud devoradora
donde el tiempo no era aún una amenaza.

Qué sima tan profunda socava mis entrañas
al cegar mis ojos la miseria diaria,
al devorarme justicieramente mi pobreza de espíritu que
no rompe su urna
para no inundarse de un mundo despiadado y despreciable.

Qué tristeza de tierra yerma
que en su crudeza esquilmada
no dejará nada atrás,
allá, donde los enemigos saquean la esperanza.

                                             Fátima N. S.

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