sábado, 8 de noviembre de 2014

Daniel Rodríguez Moya


EL HOMBRE DE ORCE

En este mar de piedra el horizonte
es una grieta apenas definida,
una luz que rodea extrañas formas
cuando el último sol se vuelve líquido
y dibuja en las rocas imágenes prehistóricas.

Los caminos con huellas de neumáticos,
la tierra devastada, el paisaje lunar
son memoria inconclusa
de un tiempo sin palabras.

Alguna vez un lago llenaba esta extensión,
una naturaleza impropia de esta época.
El hombre apenas era
un futuro imperfecto que luchaba
por la supervivencia
                        en un lugar hostil.

Han pasado milenios sobre el cráneo de un niño
en un cubil de hienas.
Fue atacado por tigres
y su sangre manchó la hierba fresca.

Alguien lloró su muerte,
sintió el calor mojado descender por sus ojos,
un dolor de relámpago, un temblor sin invierno.

Y entonces entendió lo que no dijo:
la vida son hogueras en medio de la noche.
Al apagarse, deja rastros de humo
que nadie puede ver, pero se intuyen.

                (De Las cosas que se dicen en voz baja, 2013)



[Además, tiene publicados Días idénticos a nubes (2001), Oficina de sujetos perdidos (2002), El nuevo ahora (Cuadernos del Vigía, 2002), Cambio de planes (Visor, 2008) y la antología La poesía del siglo XX en Nicaragua (Visor, 2010). Es uno de los autores de Poesía ante la incertidumbre (Visor, 2011)]

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