martes, 19 de noviembre de 2024

La ceguera de los topos

La ciudad me recibe como vomitado,
por qué no decirlo,
por estas también llamadas bocas,
fauces de dientes metálicos o arenosos,
que casi hay que escalar para que la luz,
al final,
nos coja por sorpresa.

Es un día hábil más y emerjo iluso con la imagen
del aire puro, los ojos aún entornados,
se desvanece ya la duermevela
impregnada de humedad, intensos
perfumes y pieles muertas.

Aquí arriba los ecos se confunden, no saben
si hacer caso al caos de los trasnochadores
o al taconeo regular de algunos forzados insomnes.
¿Quién mira de reojo a quién?
¿Hay altivez, hay reproche?
¿Hay envidia, culpa, burla, condena?

Los ojos diminutos de los topos, puntas de aguja,
distinguen, apenas, el día de la noche.
Pero en la galería o en el espacio exterior
para qué usar algo que apenas se echará en falta.

                                           riabz

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